Nociones sobre la Participación ciudadana: sus albores culturales; rol, sujeto y sociedad en la modernidad

De Participación Ciudadana
M.Sc. Ronald Obando Brenes
zontoescenico@gmail.com 
IDELA-UNA 2018



                                                             Flashmob: Comunicación y redes sociales (Idela, 2013)


Es momento de cuestionar lo ciudadano. Cómo participamos?


Múltiples palabras y nociones acentúan la certeza de una compresión sobre lo que normalmente denominamos “comunidad” “ser en lo colectivo”; los roles que se escapan de lo notorio e involucran una gama de parámetros y fuentes interdisciplinarias que estudian los fenómenos de lo social. Se transita entre un "moralismo tradicional moderno" y los enigmas que desprenden una búsqueda de conjunción social; que sean viables, amplios y libres.  Se trata de una sociabilidad contemporánea con una efervescencia cultural que tiende incluso a indefinir los pronósticos más preparados de análisis; realismos mágicos enclavados en territorios de memorias socavadas e infranqueables.    Donde las memorias son orgullosas coexistiendo…  … y sus destinos se entraman en sus pensamientos de participación.

¿Hasta dónde la multiplicidad de factores en el concepto de participación colectiva se alían en la fusión al llamado vinculo imaginal y transforman la relación del juicio ético? Y en viceversa cultural, se devienen nuevas olas de escenarios aun sin contención?  Los derechos humanos transitan en estas aguas tempestuosas que van y vienen.  Los debates en torno a política y religión son la muestra más reciente y muy cercana.

La coyuntura social interior-exterior demuestra que el pensamiento no se sostiene sin prácticas que otorguen un sentido consecuente en el bienestar social; y que el tema de los accesos en la participación cada vez juege un papel más importante en la condición de vidas; que se condiciona en la paradoja de -enraizamiento o exilios- según relata Maffesoli (2006).

Entonces; ¿hasta dónde calzan los discursos de lo colectivo en lo individual y viceversa? (mas allá de un “like”)  ¿Hasta dónde podemos debatir alrededor de las teorías de ciudadanía según (Kymlicka & Norman)?  
¿Hasta donde se obvian o se privilegian “culturas comunes y/o diferenciadas”? Por último, repasemos los discursos del criterio de racionalidad.  Y que como lo relata F. Hinkelammert (2003) al enfrentar la decisión de un robo entre -la bolsa o la vida-: “la vida es la posibilidades tener fines, sin embargo, no es un fin.  Luego, si miramos al actor como un ser vivo que se enfrenta a sus relaciones (abstracción) medio-fin, lo miramos como sujeto. Solo se transforma en actor cuando ha decidido sobre el fin y calcula los medios, incluyendo en estos su propia actividad, en función de ese fin. El actor, antes de ser actor, es sujeto humano”.

Unamos comprensiones; sujeto, racionalidad-irracionalidad, objetividad, sistema; (des) orientación de factores y elementos de cohesión social, la función del mercado y totalidad; y el aprendizaje frente al criterio de vida y muerte (según lecturas); antes de entrar a fondo en el convencialismo realista-ficcional de la práctica de los derechos humanos. Serán realidades difíciles de tragar?. -Tienen la palabra:


Fuentes:
Himkelammert, Franz. (2014). El sujeto y la Ley: el retorno del sujeto reprimido. EUNA. Heredia. Pág. 11-73.
Kymlicka Will & Norman, Wayne. Articulo “El Retorno del Ciudadano”. Cuadernos del CLAEH. Uruguay. No. 75, año 20, 1996. Pag 81-112. En sitio web:  https://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/kymlicka.pdf
Maffesolli, Michel. (2006). Articulo “El vinculo emocional”. Revista Política y Sociedad. Volumen 43. No. 2: 85-89. En sitio web:  http://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0606220085A/22538
Mora, Arnoldo. (Enero. 2018) Costa Rica: fundamentalismo religioso y política. Revista Con Nuestra América. AUNA. Costa Rica. En sitio web: https://connuestraamerica.blogspot.com/2018/01/costa-rica-fundamentalismo-religioso-y.html?spref=fb

 




Comentarios

  1. El proceso conocido como la modernidad supone una serie de construcciones que históricamente han incidido y transformado la visión del ser humano, y con ella las formas en que se enfrentará cada individuo a la realidad: será un ser preso o libre, capaz o no de consumir, dueño del poder o sujeto a él.

    Ese concepto de libertad se constituye ahora a partir del establecimiento del orden del mercado, el cual impone las relaciones desde la máxima del tener o no tener, es decir desde la posesión que sin duda, convierte todo en objeto… el sujeto no escapa de ello. Tal como lo señala F. Hinkelammert (2014), “cada uno de los actores en el mercado sigue efectuando su cálculo medio-fin, y el conjunto constituye una circularidad que llamamos mercado”.(p.51).

    En este mundo regido por el mercado, todos los seres humanos somos actores pero antes que esto, como bien lo señala Hinkelammert, somos sujetos. Sin embargo para llegar a esa comprensión se requiere de un proceso de concienciación a través del cual se asuma primero como sujeto y luego, identifique y realice los fines que le aseguren su existencia, es decir, que estén en consonancia con la “racionalidad reproductiva”, habiendo entendido que “defender la bolsa” o “cortar la rama”, son también actos que pueden resultar racionales pero que en el fondo, se encaminan hacia la destrucción del actor; siguiendo a Hinkelammert, la irracionalidad de lo racionalizado.

    Este reconocimiento y posicionamiento es necesario en primer lugar, para el retorno como sujeto consciente de sus necesidades y para el retorno de lo orgánico, que según refiere Maffesoli (2006), es la “conjunción de las cosas opuestas que son el alma y la materia” (p.86). Así aparecerá el sujeto concreto capaz de actuar frente a las relaciones totalizantes que hoy están tomando la democracia.

    Esto nos lleva a la urgencia de que el sujeto individual pueda posteriormente actuar como sujeto colectivo. Pero el tema de la colectividad no debería ser atendido como el simple hecho de poder pertenecer a determinado grupo, sino que requiere de un análisis más profundo que inicia desde su concepto y traspasa por otros elementos teóricos como el de la construcción de la ciudadanía, porque ¿de qué me sirve entenderme como parte de un colectivo, si no soy sujeto activo y si no tengo la opción de participar?.

    Kymlicka y Norman (1996) nos invitan a reflexionar sobre la confusión entre lo que se entiende como ciudadanía-como-condición-legal, y la ciudadanía-como-actividad-deseable; aquella tiene que ver con el pertenecer a comunidades políticas y esta con la participación real en dichas comunidades. En este sentido, los autores presentan argumentos relacionados con la forma en que ha dirigido la construcción de la ciudadanía, tanto un movimiento político como otro (la nueva derecha y la izquierda). Si bien, se menciona que la izquierda ha provocado una ciudadanía pasiva, al otorgar beneficios que perpetúan la dependencia institucional y por tanto la pobreza; se concluye que la nueva derecha tampoco ha logrado superar lo que tanto ha criticado.

    Hoy podemos visualizar cómo las diferentes acciones emanadas de los grupos de poder, han incidido de manera negativa no solo en lo que se asume como ciudadanía, sino en las formas de relacionarse frente al mercado en una sociedad cada vez más desigual, polarizada, desanimada, desilusionada.

    Nos enfrentamos constantemente a diferentes dilemas. En la actualidad podríamos pensar que las políticas sociales deben orientarse hacia las poblaciones que por estas reestructuraciones, se han visto más desfavorecidas. Hablamos entonces de promover el acceso a los derechos humanos para que con dicha garantía, se construya ciudadanía, pero ¿esto genera realmente un movimiento social o solamente sigue alargando la pasividad con la que nos enfrentamos a los procesos que nos tocan como personas?.

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  2. La temática de esta semana invita a que reflexionemos sobre las concepciones y prácticas que hemos asociado al “ser ciudadano o ciudadana”, lo cual es suma importancia en los procesos de educación para la Paz y promoción de Derechos Humanos, puesto que, como señala Maffesoli (2014): El vigor y la estabilidad de una democracia moderna no dependen de la justicia de su “estructura básica” sino también de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos (p. 2).

    Hinkelammert (2014) dijo que “El interior de nuestras casas es cada vez más limpio, en tanto que sus alrededores son más sucios” (p. 31). La frase anterior me pareció muy significativa porque refleja la construcción individualista y cercana que se está fomentando en la sociedad. Cada vez estamos más pendientes de la inmediatez, tanto de información como de acceso, pero solo cuidamos y nos involucramos con aquellas acciones, procesos o ideas que tengamos a mano, de manera inmediata, pero no nos desenvolvemos de manera integrada y articulada con nuestros contextos comunitarios, sociales o nacionales.

    Esto es una viva imagen de la construcción de “ciudadanía” a la que estamos acostumbrados, y que vamos elaborando desde nuestra escuela, puesto que en ella se nos empieza a vender la idea de una participación ciudadana basada en “el voto” como medio y como fin mismo de la participación.

    Un ejemplo de esto son las elecciones estudiantiles: Si participo en la elección de los puestos de representación popular estoy cumpliendo con mi papel “esperado como estudiante” y si me postulo para un puesto de elección popular, también lo hago de acuerdo a un “papel” esperado (el de dirigir a las y los estudiantes de acuerdo a las necesidades y formas de pensar de las personas adultas).

    De esta manera, vamos generando una asociación simbólica (y sobre todo vivencial) de ciudadano en la medida en la que hago lo que se espera de mí, y en la medida en que se me garanticen mis derechos, aunque sea de manera parcial y no activa, como en el caso presentado anteriormente: tengo el derecho a elegir o el derecho a postularme, pero las propuestas y acciones quedan vedadas al presupuesto y agenda planteada desde lo adulto.

    Esta realidad va muy de la mano con la explicación de ciudadanía planteada por Kymlicka y Norman (2002)quienes expresan a esta visión corresponde a una ciudadanía “pasiva” o “privada”, dado su énfasis en los derechos puramente pasivos y en la ausencia de toda obligación de participar en la vida pública” (p. 4).

    De esta manera, me surge la siguiente interrogante: “Si no participo, ¿no soy ciudadano?”. Y es que, los autores mencionados anteriormente, también afirman que “una de las primeras obligaciones de la ciudadanía es participar en la sociedad civil. Como lo afirma Walzer, “súmate a la organización que prefieras” no es un slogan para reanimar a los militantes políticos, sino lo que la sociedad civil requiere” (p.12).

    Esta interrogante pone en evidencia la necesidad de construir nuevas concepciones de participación ciudadana que impliquen más procesos de acción que solo “el voto” y que fomenten un involucramiento real (a diversas escalas) con los diversos contextos y realidades que tenemos en nuestra cotidianidad. Al respecto, Kymlicka y Norman (2002) expresan que “la ciudadanía no es simplemente un estatus legal definido por un conjunto de derechos y responsabilidades. Es también una identidad, la expresión de la pertenencia a una comunidad política” (p. 18).

    Referencias:


    Hinkelammert, Franz (2014) El sujeto y la ley: el retorno del sujeto reprimido. 1a edición, 1a reimpresión. Heredia, Costa Rica. EUNA, 2014.

    Kymlicka, Will; Norman, Wayne (2002) El retorno del ciudadano. Una revisión de la producción reciente en la ciudadanía. Ágora, Nº 7. Lima, Perú.

    Maffesoli, Michael (2006) El vínculo imaginal. Política y Sociedad. Vol 43, Nº 2, 85 - 89.

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